martes, 13 de noviembre de 2012

Industrias culturales, creatividad y desarrollo


No han sido fáciles las relaciones entre cultura y desarrollo. Basta recorrer el camino de su representación en algunos documentos de organismos internacionales para percibir las vicisitudes de una asociación complicada por las incomprensiones y las distorsiones. Hacia la mitad del siglo pasado, la cultura se llegó a ver como un bloqueo al desarrollo. 

Las diferencias y las particularidades culturales parecían atravesarse en el camino de la modernización, del acercamiento de los países de la periferia a los modelos centrales y de las idealizaciones que en ese momento se tenían del  progreso. Era explicable que, ante una idea del desarrollo afianzada en unos parámetros generales que se debían  alcanzar a través del crecimiento económico, los procesos y manifestaciones de la cultura fueran vistos como peligrosamente idiosincráticos. Los rituales y los modos de vida, las jerarquías axiológicas y las formas de relación en las sociedades que en ese entonces se calificaban como “subdesarrolladas”, se consideraban fuertemente tradicionales  y férreamente opuestas a las innovaciones y los cambios. Tímidamente, la cultura se fue aceptando como un factor o  como una variable de los procesos de desarrollo, no sólo por la evolución conceptual del tema, sino, sobre todo, por  los problemas que los gestores públicos y privados del desarrollo empezaron a encontrar en el terreno práctico.

 Tanto  el pensamiento social, como las propias realidades, desplazaron su mirada hacia la necesidad de subrayar la participación de las comunidades, las políticas de inclusión, los contextos locales y los procesos de apropiación social.  El desarrollo ya no podía ser un asunto vertical y ejecutado desde arriba, sino producto de negociaciones sociales  llevadas a cabo desde las comunidades, desde lo que Arturo Escobar llama “las modernidades alternativas”. Los grupos humanos ya no eran objetos, sino sujetos, actores del desarrollo, una idea que ya forma parte del diccionario  de los lugares comunes, pero que para entonces era extraña e incomprensible.

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