jueves, 2 de junio de 2011

CLAVES PARA ENTENDER EL MERCADO DE TRABAJO EN EL SIGLO XXI: LOS CASTIGADOS





LOS CASTIGADOS

Los parados mayores de 40 años, los jóvenes y las mujeres son los segmentos que engrosan en mayor medida el número de personas desempleadas. Este dato tiene dos interpretaciones diferentes. La primera atribuye el hecho a un fenómeno eminentemente de dinámica social, de valores sociales; la segunda atribuye las causas a la incapacidad de la economía para generar empleo para estos colectivos. Según esta última posición, algunos autores opinan que observando los ciclos económicos y de crecimiento demográfico la estructura productiva no ha proporcionado ocupación suficiente a una parte significativa de la población activa. No obstante, en la opinión de otros, tal estructura se ha visto invadida por colectivos que no participaban tradicionalmente de ella como es el colectivo de mujeres, o que pertenecían al ámbito agrario. Es decir, la "urbanización" del país sí ha generado empleo, pero ha traído consigo el trasvase de la población activa agrícola y la participación de las mujeres en el mercado laboral. Todos ellos compitiendo por un mismo espacio, la ciudad, y un mismo sector, los servicios.


Este colapso territorial y ocupacional, ayudado por el aumento de la productividad del sector industrial y agrario, nos lleva a pensar, más que en la incapacidad de producir empleo, en la incapacidad de innovación y de iniciativa de la economía española para diversificar y ampliar lo suficiente los distintos sectores. Desde el punto de vista social el conjunto de causas es bien distinto. Así respecto a la juventud "la generación mejor preparada de la historia" se encuentra con las cifras más altas de paro de la historia. Esta es la punta del iceberg que muestra hasta qué punto la sociedad española a partir del ciclo de desarrollo de los años sesenta abandonó progresivamente la cultura del trabajo agrícola e industrial y embarcó a sus hijos en la cultura de la cualificación, de la superespecialización. Esta dinámica, mientras que el Estado del Bienestar necesitó a funcionarios cualificados, fue una estrategia de éxito y de promoción social. Sin embargo, a partir de que dicho modelo fue entrando en crisis, la dinámica que se había generado fue incapaz de ser corregida y empezó a engendrar profesionales que no encontraban acomodo en los puestos de trabajo que se estaban creando.


La Reforma del Sistema Educativo y de la Formación Profesional ha sido una de las repuestas que la sociedad española se ha dado para responder a una situación de crisis. La revalorización de trabajos de baja y media cualificación, son otra muestra de ese fenómeno.


La sociedad española no distingue hoy tanto el estatus profesional adquirido con la formación, como el estatus que otorga el empleo y al que obliga el desempleo. Ocupándonos de otro colectivo castigado, las mujeres empiezan a participar en el mercado laboral de forma masiva y continua a partir del cambio de valores que se produce en el año 75 y de la nivelación de oportunidades que la educación produce entre los dos sexos. Esta asunción de valores nuevos tiene mucho que
ver en su generación con la terciarización de la economía española, sacando a la luz puestos ejercidos por mujeres o desarrollados en igual manera que los hombres; del mismo modo que el aumento del nivel de vida hizo imprescindible el aumento de los recursos familiares. Todo ello repercutiendo en la tasa de natalidad española y situándola en la más baja de los países de Europa.


Este marasmo de situaciones del colectivo femenino hace que se recojan fuerzas contradictorias en su seno. Por una parte, empieza a ser un colectivo bien cualificado entrando en competencia directa por los puestos cualificados de distintos sectores. Al mismo tiempo que resultan más polivalentes para los puestos de media y baja cualificación y tienen históricamente, por lo menos en otros países (Inglaterra durante la reconversión industrial), más capacidad de adaptación a los nuevos mercados laborales. Sin embargo, es un colectivo que tiene dificultad de inserción laboral por repartir su tiempo de trabajo con tareas domésticas y familiares y dedicar menos tiempo a los procesos de búsqueda y actualización profesional.


En cuanto al colectivo mayores de 40 años, las progresivas reconversiones industriales, el hundimiento y emergencia de actividades económicas, la irrupción de la tecnología en diversos procesos, han hecho que el número de desempleados de este colectivo crezca desmesuradamente. Estas causas económicas, vienen acompañadas de determinados estereotipos en las que la imagen de los trabajadores con experiencia cede en aras de los trabajadores jóvenes en favor de la productividad. Esta tendencia presente en las empresas españolas respecto a este colectivo está dando lugar a dos fenómenos económicos, por una parte, el desarrollo de la economía sumergida y, por otro, el crecimiento de los trabajadores autónomos y de las sociedades de economía social. Actividades donde están encontrando acomodo los trabajadores desalojados del sistema productivo tradicional.


Ahora el proceso es más complejo porque a una situación como la descrita se le superpone una feroz crisis económica, larga y que se ceba con los más desprotegidos y vulnerables de la estructura social. Hay que activar mecanismos correctores de manera urgente que posibiliten la mejora de la posición de estos colectivos en el mercado de trabajo. La vía más rápida es apostar por la innovación, aumento de la productividad y la formación permanente como impulsores que nos faciliten la salida de esta situación. Pero mientras tanto, el mercado de trabajo no se puede desentender de los castigados por esta situación.

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