jueves, 30 de agosto de 2018

El contrato social 2.0: Big Data y la necesidad de garantizar la privacidad y las libertades civiles

Mucho se ha escrito sobre el ritmo de la innovación tecnológica y cómo estos avances podrían ofrecer soluciones a los nuevos retos que afronta la humanidad en el siglo XXI y más adelante. Una serie de nuevas tecnologías plantean preguntas sobre nuestras relaciones con dichas tecnologías, y será crucial analizarlas en términos de su impacto sociológico y cultural. Por último, debemos tener en cuenta cómo tecnologías específicas pueden preservar o amenazar la dignidad humana, y por tanto qué tipo de regulación o empoderamiento será el más apropiado. La integridad del tejido social en sus diferentes estratos se basa en acuerdos —a menudo tácitos— que mantienen en común los miembros individuales de dichos estratos sociales.

La idea de un contrato social tiene una larga historia, que se remonta a varias culturas ancestrales, que van desde los antiguos egipcios, Hammurabi, los griegos, romanos, chinos, indios y las tradiciones de las tres religiones monolíticas, el judaísmo, cristianismo e islamismo. No obstante, se inició un análisis más reciente con Grotius, Hobbes, Locke y, por supuesto, Rousseau, quienes exploraron los límites de la libertad individual y el poder de la soberanía. Desde el concepto de estado como “juez neutral” de Locke, hasta Rousseau, Rawls y otros, todas las perspectivas del contrato social buscan en último término analizar por qué los individuos racionales aceptarían renunciar a algunas de sus libertades como contrapartida de vivir en un orden político.

Un nexo común de la teoría del contrato social es la suposición de que el orden político y estatal existen para el interés general de las personas, gracias a los cuales se puede proteger la vida, la libertad y la propiedad. ¿Qué significa esto en una época de rápida aparición de nuevas tecnologías, Big Data, intensa movilidad y creciente conectividad e interdependencia que traspasa las fronteras de la soberanía normal? Ahora parece un buen momento para reconsiderar algunas de nuestras arraigadas creencias sobre nuestras libertades, las funciones de la soberanía y los límites del control.

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