lunes, 21 de julio de 2014

Tecnología low-cost de países pobres que salva vidas en los países ricos

A comienzos de la década de 1990, el doctor Therdchai Jivacate comenzó a trabajar en una idea revolucionaria: proporcionar prótesis a los ciudadanos de Tailandia a un precio razonable. Probablemente, la clave de esta historia radica en el concepto “razonable”. ¿Acaso es razonable pedir hasta 20.000 dólares por una pierna ortopédica en un país en el que se ganan 2 dólares al día? Therdchai Jivacate pensó entonces que lo razonable para un campesino tailandés era pagar unos 30 dólares por esa prótesis. Y, gracias a su espíritu innovador, convirtió lo sensato en real. A partir de botellas de yogur bebible, su fundación moldea piernas y pies ortopédicos que hacen la vida más fácil a miles de personas.
Es una solución barata, pero no de baratillo. “Aunque pueda sonar contraintuitivo, la calidad exigida por la gente pobre tiende a ser más alta que la calidad exigida por los ricos“, explica Vijay Govin­darajan, uno de los hombres que mejor conoce este tipo de apuestas por la innovación desde los países en desarrollo. Los habitantes de las zonas rurales de Tailandia no necesitan las prótesis para pasear por las aceras de una gran ciudad occidental, sino para meterse en los arrozales, transportar bienes en bicicleta o subir a los árboles. Por eso, la ortopedia debe ser más duradera, resistente y manejable.
“Se trata de exprimir el paradigma de rendimiento ofreciendo más por menos”, resume Govindarajan, creador del término “innovación inversa” (reverse innovation), que define estos estallidos de ingenio que surgen donde la necesidad aprieta, en países del Sudeste asiático, de África o América Latina, y cuyos logros pueden exportarse hacia el primer mundo. Hoy, mientras algunas de las víctimas del atentado del maratón de Boston sufren todo tipo de penurias para costearse una prótesis, los damnificados por las minas de Laos, Birmania, Malasia o Tailandia cuentan con soluciones que se adaptan tanto a sus piernas como a sus bolsillos.
Govindarajan comenzó a desarrollar este término cuando descubrió que muchos de los sofisticados inventos occidentales no llegaban a los países en vías de desarrollo por su elevado precio y complejo funcionamiento. En los años en los que estuvo al frente de la asesoría de innovación de General Motors, el gigante estadounidense desarrolló unaparato que realiza electrocardiogramas que sólo cuesta 500 dólares, frente a los 10.000 de los que encontramos en hospitales de Europa o EEUU. Además, su sencillo funcionamiento no obliga a que lo use un técnico especializado que también se encargue del mantenimiento. Se desarrolló pensando en las necesidades de India o África, pero se han vendido por millares en 125 países.
Ahora, son los innovadores de las regiones pobres del planeta los que diseñan sus propias soluciones tecnológicas por cuatro perras, perfectamente adaptadas a sus necesidades y exportables al primer mundo gracias a su eficiencia. “Debido a los bajos ingresos per cápita en el mundo en desarrollo, las condiciones son propicias para innovaciones que ofrecen una calidad decente a un precio ultrabajo, es decir, una solución del 50%, a un coste del 5%. Al principio, una solución del 50% es poco atractiva en el mundo rico, pero con el tiempo el rendimiento se eleva hasta que finalmente también le resulta atractivo”, escribe Govindarajan.
Los ejemplos comienzan a desarrollarse como setas tras la lluvia, como sistemas de telemedicina por SMS desarrollados en África que ya se están empezando a estudiar en EEUU por su eficacia y ahorro. En India ya se usan pañales con sencillo chip que diagnostica enfermedades mortales al entrar en contacto con las heces de los bebés. Recientemente, un invento del argentino Jorge Odón para ayudar en los partos que se complican está ganando defensores y todo indica que jubilará para siempre los dañinos fórceps. “El dispositivo Odón, cuyo desarrollo cuenta con el apoyo de la OMS y que en estos momentos se encuentra en la fase de ensayos clínicos, ofrece una solución sencilla y de bajo costo para asistir los partos y proteger a las parturientas cuando se prolonga el parto”,aseguró Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La innovación inversa, que nace entre pobres y deslumbra a ricos, comienza a encontrar su hueco en el mundo gracias al talento para hacer virtud de la falta de resursos. Y uno de los objetivos claves es, obviamente, el cuidado de la salud: es mejor inventar un nuevo método que adaptar uno traído de fuera.

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